“Si la tarea de la pintura fuese ponernos ante los ojos el aire y la preciosa vastedad del espacio y de todo lo demás, más valdría ir a disfrutar directa y gratuitamente de todo ello”(Ernst Bloch)

sábado, 27 de octubre de 2012

Solo por un momento.

Relato

by Adrian Iturburu


Solo por un momento vi, como él, esperaba a ella.
Sentados paresia que estuvieran juntos, pero a varias calles de distancia.
Como tromba de agua en pleno verano sitgetá, arranco él, y ella también, como sabiendo el momento; doblo sin reconocer el motivo ni por asomo pre sumirlo, se detuvo en aquel escaparate justo antes de anochecer la ciudad, de encender sus colores antiguos y misteriosos que aconsejan a los idiotas, dormir boca arriba.
Apareció como la luz de aquella película que vieron en Montevideo, de repente, sin avisar, los títulos estaban delante de sus ojos, como apurando el fin del principio innecesario, como abrazo de enamorados. La calle apareció repleta, de versos, de voces honestas, sencillas y toscas, como escuchaba de lejos en las Ramblas de aquellos tiempos, entre pájaros extraños y ratas entre rejas, prontas para morir aprendiendo las reglas domesticas.
Pensaba ella, parada como tonta frente a la vitrina de una histórica casa de almacén, donde se exponía un mono pequeño, embalsamado; que horrible era la idea de morir sin quererlo sin apenas haberlo pensado ni mucho menos, soñado.
Eran ya, las cuatro de la tarde y se asomaba las voces de la tormenta más grande de todas, casi paresia de noche, las luces de los faroles antiguos se encendían sin entender nada de nada, despertados por la oscuridad o quizás por el ruido estruendoso del cielo de Barcelona. Parecía que ellos llamaban a la lluvia, siempre que se querían ver. Donde estuvieran, donde se buscaran, asoma tímidamente la noche, para luego atraparlos a todos y a todo lo que se encontraba a su alrededor. Pero eso a el, le gustaba mucho.
Encontraba una sencilla y estúpida idea, de sobrecogimiento, de frío; seria tal vez por su amor al invierno, que le recordaba tanto a su infancia, o quizás, era mas rápido para ir directo a la cama.

Como en suspiro, la luz se apaga y el sudor de los cuerpos, emanan sustancias, enriqueciendo la habitación de lujuriosas sabanas blancas. El disco, ya era el segundo que escuchaban, lo había elegido él, era como un romántico que no podía hacer nada si no tenia poesía a su alrededor, si no sonaba su Santana, si traía aquellos recuerdos que nunca había vivido.
Era hermosa la ciudad mirada desde la ventana, de aquel hotel que sonaba a cantos de mujer, que alguna vez fue reunión de trovadores, adictos a lo nocturno, borrachos de pacotilla, y hippies de postal; en fin de arruinados por diferentes motivos, que alcanzaban según el dueño del lugar, el nirvana ni mas ni menos.
Ellos no lo savian, pero sin duda que podían olerlo, y viajar en sus discursos olvidados, a estos lugares de donde pertenecían, e incluso viajaban mediante la música de fondo, y alguna estrofa perdida y mal leída por la borrachera.

Eran solo ellos y nadie más, el mundo.
Terminaban de hablar de cualquier cosa, poco interesante para él, que siempre buscaba lo perfecto, llevarse a su mente el recuerdo de un instante, recorrer la mente de los demás, sacarle una respuesta a su vida. Había leído mucho, y explicaba cosas a ella, que muchas veces no entendía, él le decía que le quería...