“Si la tarea de la pintura fuese ponernos ante los ojos el aire y la preciosa vastedad del espacio y de todo lo demás, más valdría ir a disfrutar directa y gratuitamente de todo ello”(Ernst Bloch)

domingo, 11 de diciembre de 2011

Sueños de Odilon

A.Iturburu // Homo Globo, 2012 Sueños de Odilon
Pintar es soñar (sobre Odilon Redon)
PINTAR ES SOÑAR

[Odilon Redon, Príncipe del Sueño. Grand Palais, París, hasta el 20 de junio. Después, entre el 7 de julio y el 16 de octubre, en el Museo Fabre, de Montpellier]

José Jiménez.-

No demasiado conocido del gran público, figura independiente y relativamente marginal en su momento, la importancia de la obra de Odilon Redon (1840-1916) no ha hecho sino acentuarse con el paso del tiempo. Aunque llegó a participar, en 1886, en la última exposición de los Impresionistas, Redon concebía su trabajo artístico en abierta oposición a lo que llamaba "imitación y naturalismo directos", entonces dominantes. Algunos manuales de historia del arte lo encuadran dentro de las corrientes "simbolistas", pero su obra va mucho más allá, y en su caso deberíamos hablar quizás de mentalismo: su obra plástica intenta dar libre expresión al universo interior de la mente. En ese sentido, Odilon Redon anticipa la gran revolución que conduce al arte moderno de la representación de lo externo a un modelo interior, como en su momento diría André Breton. Mucho antes que Breton, en 1913, Marcel Duchamp, que se encontraba en los inicios de la elaboración de su obra decisiva, El Gran Vidrio, declaró: "Si tuviera que decir cuál fue mi punto de partida, debería decir que fue el arte de Odilon Redon".
La magnífica exposición que se presenta ahora en París, de donde viajará a Montpellier, permite una revisión en profundidad de esta figura central de la modernidad artística. Se han reunido en ella unas 170 pinturas, pasteles, carboncillos y dibujos, un importante conjunto de sus series gráficas, e incluso se ha reproducido a escala original la decoración mural que, hacia el final de su vida, realizó por encargo de uno de sus mecenas.
En las raíces del trabajo de Odilon Redon se funden su identificación con la naturaleza, el evolucionismo de Darwin, las lecturas de Edgar Allan Poe, Baudelaire y Flaubert, junto a la obra de Rembrandt, Goya, Delacroix y la influencia directa de un gran maestro solitario del grabado Rodolphe Bresdin (1822-1855), de quien fue alumno y por quien siempre sintió una profunda admiración. A contracorriente del gusto dominante, Redon desarrollará su obra durante casi treinta años en el dominio del negro, que consideraba "el color más esencial". Dibujos al carboncillo y álbumes de litografías en los que va dando curso a toda una serie de imágenes que brotan directamente de su imaginación, de su mundo interior, lejos de todo "naturalismo": árboles, figuras híbridas, monstruos, ojos, cabezas, alas… imágenes flotantes en un mundo de ensueño. ¿A quién podría ocurrírsele, representar una araña con una intensa y expresiva sonrisa…, obviamente humana? ¿O una cabeza humana, a la vez planta, de la que salen agujas de cactus…?


A partir de 1890, Redon va poco a poco abriéndose hacia una utilización del color en su obra, que se hace plena e intensa ya en el comienzo del nuevo siglo, momento en el que en cambio abandona la litografía y el carboncillo. El empleo del color se pone en relación con su deseo de expandir la vida a través del arte. "Pintar", señala Redon, "es reconstituir o amplificar la vida". Visiones interiores, figuras legendarias, como Orfeo y muchas otras, o flores y conchas, fluyen en una obra cargada de enigmas, que nos habla de una realidad que está en otra parte, en el universo de la fantasía. Su gran amigo Stéphane Mallarmé, con quien sus planteamientos estéticos tienen tanto en común, le dijo en 1891: "Usted agita en nuestros silencios el plumaje del Sueño y de la Noche".

Y con ello tocamos un punto capital, la importancia que la visión interior tiene en la obra de Odilon Redon, anticipando en buena medida tanto la sensibilidad como no pocos motivos y cuestiones que desarrollaría después el Surrealismo. El punto de inflexión en su proceso creativo está, precisamente, marcado por la edición en 1879 de un álbum de diez litografías: En el sueño. Publicado mediante una suscripción privada, y con tan sólo 25 ejemplares, el álbum le dio una cierta notoriedad. El globo ocular flotante de una de sus planchas vuela, a través de toda una serie de variaciones y desplazamientos, hacia una figura andrógina y gigantesca que, desde sus hombros, parece brotar de la tierra: Los ojos cerrados (1890). Cerrados hacia fuera, los ojos se convierten así en el órgano de la mirada interior. Se ve hacia dentro, no hacia fuera. Una auténtica esfinge de los tiempos modernos.


No se pierdan esta muestra de ensueño, que recoge con amplitud la amplia gama de registros de este artista diferente, excepcional, en cuya obra brilla la precisión del detalle, de lo minucioso, de lo pequeño que habitualmente no advertimos. De forma consciente, Odilon Redon buscaba dejar hablar a lo inconsciente: "Todo se crea", escribió en 1898, "por la sumisión dócil a la llegada de lo inconsciente".

PUBLICADO EN: ABC Cultural (http://www.abc.es/), nº 996, 7 de mayo de 2011, pp. 28-29.
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